Roberto Woolfolk Saravia, pionero de los paleontólogos en el país, sostiene que en Honduras, El salvador y en Guatemala, habitaron dinosaurios. Woolfolk, promotor de la creación del museo paleontológico de Estanzuela, Zacapa, esta convencido de que las tierras de ese municipio se encuentran plagadas de fósiles y restos de animales prehistóricos que todavía no han sido extraídos.
El paleontólogo cuenta cómo en Chiquimula el sacerdote de una aldea descubrió en la casa de un campesino dos enormes huesos. "Era el cuerno central de una vértebra que tenía un diámetro como el de un tonel de 5 galones", afirma.
Resulta que el campesino que tenía en su poder esos fósiles había sido jornalero en tiempos de Jorge Ubico. Mientras se encontraba abriendo brecha para construir los caminos de la zona, se topó con esas piezas y las llevó a su casa para construir una mesa. El resto del animal está todavía dentro de la montaña. Para sacarlo se requiere de mucho tiempo y dinero. Una cuadrilla de ocho personas que trabajaran ocho horas diarias, se tomaría muchos años para poder extraer el cuerpo completo. "En realidad me conformaría tan sólo con rescatar un fémur de ese animal", comenta con frustración.
El pionero de la paleontología en Guatemala tiene la certeza de que se trata de la osamenta de un enorme dinosaurio del período terciario temprano, pero aún no sabe a qué género pertenece. La presencia del animal posiblemente se deba a una reacción de sobrevivencia que lo hizo remontar obstáculos increíbles, ya que por aquel entonces el territorio de Guatemala sólo constaba de pequeñas islas. Precisó que esas isletas consecutivas eran las cumbres de Las Minas, que permanecieron fuera del agua durante la era mesozoica en el período cretácico (hace 50 millones de años) En lo que respecta a la desaparición de los especimenes de esa era, se han manejado muchas teorías. Para Woolfolk, la más veraz es la que se refiere a la estrepitosa caída de un meteorito en el área de Yucatán, según los datos más recientes, que barrió con los dinosaurios y con todo ser viviente. Se ha calculado que este meteorito tenía 10 kilómetros de diámetro y que al chocar con el planeta hizo un cráter de 175 kilómetros de ancho. Según el profesor, "si lo medimos, tomando como punto de partida Salamá, Baja Verapaz, el resultado sería que ese cráter cubriría casi todo el país, excepto los departamentos de Petén, San Marcos y parte de Izabal".
Se cree que el sol quedó oculto durante 5 años por la nube de polvo resultante del impacto violento a gran velocidad, causando energía equivalente a 100 millones de megatoneladas de trinitrotolueno, interrumpiendo la fotosíntesis planetaria, con lo cual todas las especies marinas y las grandes especies terrestres perecieron por la falta de los factores ecológicos. El hallazgo del iridium en un estrato delgado como un lápiz con una antigüedad de 66 millones de años encontrado en una roca de Gubbio Italia, reveló una frontera entre el período cretácico y el terciario temprano, que apuntala esta teoría.